sábado, 30 de abril de 2011

Sábato




El 24 de junio de 2000 amaneció lluvioso. Por la radio del auto, cerca del mediodía, me enteré que había fallecido el cantante cuartetero Rodrigo Bueno. “El Potro” tal como se lo conocía al cantante cordobés, estaba atravesando la cumbre de su carrera. Ese mismo año llenó trece veces el estadio Luna Park y sus discos fueron éxitos de ventas. Los adolescentes sentían devoción por él y consumían todo lo que de él se dijera o vendiera.

Por la tarde sus restos fueron velados en la Municipalidad de Lanús, lugar en donde iba a dar un recital esa misma noche e iba a ser declarado ciudadano ilustre

El lunes 26 comencé mi jornada laboral en un colegio de Lanús, pero dar clases fue imposible. Un grupo de alumnos lloraba desconsoladamente, otros tarareaban canciones de su ídolo musical. Todos leían revistas de actualidad y se contaban todo lo sucedido en esos últimos dos días. Pero ocurrieron hechos realmente increíbles esa mañana: La mejor alumna me contó que realizó horas de una fila interminable para despedirse junto al ataúd, pero como el tiempo se dilataba decidió pasar, junto a otros compañeros, por un lugar vedado al público y se encontraron con la policía que les cerró el paso. Les gritaron, los empujaron e insultaron y cuando se fueron contra ellos los uniformados actuaron y todos los jóvenes se ligaron unos cuantos golpes. Ante mi asombro la adolescente me contó, mientras mostraba sus golpes, que lo hizo en honor a su ídolo. Otro joven pasó la noche bajo un umbral del edificio municipal llorando y rezando por el alma, que según él, ya cantaba en el cielo. En una casa se juntaron ocho jóvenes a escuchar al cuartetero de pelo azul y lo hicieron en un respetuoso silencio sólo interrumpido por llanto desconsolado. Algunos padres vinieron a retirar a sus hijos y manifestaban su preocupación por el grave estado en que los veían. Todos hablaban de consultas psicológicas.

En cuanto pude hablé con ellos. Les expresé mi opinión. Traté de levantarles el ánimo que para muchos estaba destruido. Al finalizar les dije, tratando de entender la conmoción que provocaba la muerte de este ídolo, que por diferencia de edad, yo no entendía: “Espero que se conmuevan aunque sea un poco, cuando muera Ernesto Sábato” Ellos me miraron sin entender y me fui cuando empezó el recreo sin que ellos lo notaran




Casi doce años después espero que alguno de ellos les haya sobrecogido la noticia

4 comentarios:

Soledad Arrieta dijo...

Luis, qué bueno que volviste.
Qué coincidencia que la fecha en que murió Rodrigo (que ni recordaba porque para mí no tuvo trascendencia, era bastante chica y sí ví a personas que lo lloraron, para mí incomprensiblemente) eral el cumpleaños de Sábato.
Ojalá se hayan conmovido. Ojalá, al menos, lo hayan leído, como se lo merece él y como se lo merecen todas las personas que quieren acercarte a la literatura brillante de nuestro país.

Besos!

Diego dijo...

Hoy cuando lo vi dije "mierda, que locura...". No lo podía creer, un tipo tan groso, tan importante, tan... único. Pero si te ponés a pensar, en dos meses cumplía 100 años. Cien años. Nació antes de la primer guerra mundial, tenía 30 años cuando pasó la segunda... vió tantos cambios, el avance de la tecnología, el auge de internet, los cambios en el mundo... definitivamente creo que 100 años de vida son muchos, y muy pocos a la vez. Más cuando se tiene tanto para decir.
La verdad, no lloré con la noticia, me apenó, pero era algo natural. Yo creo que las muertes cuando son imprevistas duelen más, en este caso no fue tan asi, sin embargo bajo la cabeza y hago el silencio y el duelo que se merece alguien tan importante que ya no vamos a tener entre nosotros. Saludos!

Anónimo dijo...

Ojalá que descanse tranquilo, sabiendo que será recordado como uno de lo más reconocidos de la literatura argentina. No solo por su gran imaginación, sino por su sencillez y grandeza.

Maga h dijo...

A cierta edad la muerte está naturalizada, no sorprende, es más, se espera y no se llora tanto.

Tal vez alguno de ellos se haya sobrecogido por la noticias, mientras la mayoria repara en la coincidencia de fechas y continua extrañando la alegria que les provocaba Rodrigo.

Y tal vez algún día, sólo tal vez y si la cultura toma el lugar que debe en las escuelas, recuerden que un cantante colorido y divertido murió en fecha próxima a la del gran Ernesto Sabato.